El alquiler directo de programadores de elite por fin se impone


Durante años el modelo de cárnicas era la única alternativa al empleo de programadores en proyectos puntuales. Pocas empresas se podían permitir una plantilla de programadores actualizados y constantemente dedicados a proyectos como ocurría en 1990.

Así llegó el modelo de cárnicas, con programadores multi-lenguaje que lo mismo programaban que analizaban: los llamados “analistas programadores”, esta posición es como la de “delineante-moquetador” o “arquitecto-gunitador”, es decir una mezcla sin sentido que daba lugar a la falta de especialización y a los sistemas informáticos basura.

Con la llegada de la crisis ni siquiera las cárnicas se pudieron permitir pagar a sus empleados temporales y al problema de la falta de especialización se sumó el problema del robo del código, de las bombas lógicas en el código y las “desapariciones” inexplicables de ramas enteras de sistemas de control de versiones.

Gracias a este cúmulo de despropósitos por fin se ha llegado a un punto de equilibrio, este equilibrio llegó del modelo americano de “súper programadores” o “gurús del código” donde se contrata directamente, sin intermediación alguna, a programadores, diseñadores y arquitectos de software tremendamente cualificados en tecnologías específicas.

La contratación directa de programadores implica que ya no se les toma el pelo en una cadena de intermediarios y la calidad de los sistemas informáticos mejora gracias a que al programador realmente le importa el trabajo que hace y no solo le importa “sobrevivir” como ocurre en la relación plagada de intermediarios impuesta en la década de 2000.

El programador experto dice en Twitter “estoy trabajando en ESTE proyecto con ESTE cliente” y eso hace subir el valor de la empresa, la comunidad sabe entonces que el cliente desea obtener un buen producto.